¡Realmente disfrutamos al 100% de un viaje en familia que nunca olvidaremos!
Islandia, es un país maravilloso donde el contacto con el planeta se hace palpable en cada momento y en todos sus elementos, ya sea por la grandiosidad de sus cascadas, conocidas o no, pues por el camino íbamos encontrando multitud de ellas y todas son de una gran belleza. Los cráteres dan mucha sensación de paz, aunque al ver brotar los Geiser te recuerdan que es un país en continua ebullición y fuego interior.
Los glaciares con sus hielos perpetuos van despojándose de grandes bloques de icebergs blancos azulados, hicimos un pequeño paseo con un barco anfibio, observados por una foca y por último su fauna, ya sea marítima o terrestre, con gran diversidad de pájaros, sobre todo los pequeños y característicos Puffins, muy graciosos con su pico rojo. También navegamos con ballenas, aunque solo avistamos cuatro, pero lo que realmente nos gusto fue el atardecer dentro de la inmensidad del mar.
A pesar de realizar bastantes kilómetros en 8 días, no se hizo nada pesado porque fuimos parando a menudo, incluso tuvimos tiempo de ver la arquitectura del país, donde sus edificios están totalmente integrados en la naturaleza. Como anécdota, contarte que el primer día pinchamos una rueda, suerte que los jóvenes del equipo dominaba el tema. Es muy normal, pues fuera de la carretera principal hay muchas piedras.
Los coches hacían cola en el taller para cambiar las ruedas, pero lo negativo es que no entra por el seguro y el país es caro; aunque, tuvimos la suerte de dormir cerca de Hofsós, al norte del país y pudimos relajarnos un par de horas en su piscina termal, tiene unas vistas increíbles al mar, al fiordo Skagafjordur y a la isla de Drangey. El último día, os hicimos caso y también fuimos a la piscina termal de Blue Lagoon, aunque más turística, también es muy recomendable, volvimos a casa súper relajados. Realmente disfrutamos al 100% de un viaje en familia que nunca olvidaremos, te envió dos fotos que lo demuestran 🙂 Un saludo y hasta pronto.
